lunes, 20 de junio de 2016

Relación entre la Psicolingüística y la Genética


Desde el punto de vista de la genética, el ser humano puede reproducirse porque está constituido por materia animada. Sin embargo, también se afirma que la materia viva no existe en sí misma. Es precisamente lo que anima a la materia aquello que le interesa al genetista, porque lo que se reproduce no es la materia, sino la información que está contenida en esa materia. 

Para reconocer a un niño, hay quien necesita ver unos brazos, una cabeza, unos pies, unas manos… es decir, al ser humano con su forma definitiva. Pero otros ven un niño en el desciframiento de la información que hay en la molécula de ADN que analizan, porque el mensaje que contiene es un mensaje con información "humana", con datos que corresponden a características propias de la especie del ser humano. Por tanto, si el mensaje es humano, se trata de un ser humano, y si no lo es, se tratará de cualquier otro ser viviente de cualquier otra especie. 

Pero ¿cómo reconoce el genetista que el mensaje que está en esa célula viva corresponde a un ser humano y no a cualquier otro ser viviente? 

Si aceptamos que la capacidad para razonar es un don que separa genéticamente al hombre del animal, podríamos decir que, cuando en ese mensaje se identifiquen rasgos de racionalidad, eso será suficiente para poder suponer que la célula analizada es humana. 

Ahora bien ¿cómo reconocer la racionalidad? Siempre se ha aceptado que otra diferencia entre el hombre y el animal es el lenguaje, o mejor dicho, la capacidad lingüística. Sin embargo, hay estudios experimentales, sobre todo de ciertos grupos de animales, como las abejas, las aves, los delfines y los primates, que han hecho dudar seriamente a muchos investigadores que el lenguaje sea algo específico y característico del ser humano. 

Estos estudios nos han podido llegar a demostrar la capacidad lingüística en los animales, sino únicamente una habilidad, desarrollada en mayor o menor grado para comunicarse, bien entre ellos, con su propio código, específico de su especie, bien con el ser humano, utilizando un código adquirido, como el lenguaje de los signos o AMESLAN. El lenguaje del hombre tiene unas características, ya señaladas por Ch. Hockett y S. Altmann1 hace años, que no comparte con el lenguaje de ninguna otra especie animal, y que han sido explicadas por A. López2 en su relación con las características del código genético, a lo que aludiremos más adelante. De momento nos interesa resaltar que esas características del lenguaje humano tienen mucho que ver con la racionalidad. 

El hecho es que una lengua natural contiene unidades de dos tipos: de un lado el signo lingüístico dispone de señales acústico-motoras que no tienen significado por sí mismas y que son capaces de combinarse entre sí para formar unidades mayores. De otro lado, estas unidades mayores, ya con forma fónica y significado, son igualmente capaces de combinarse variamente a su vez dando lugar a cadenas complejas3. Esta característica se conoce como dualidad , y corresponde a lo que A. Martinet denomina doble articulación del lenguaje4. Según algunos investigadores, el canto de las aves dispone también de estos dos tipos de señales. La única diferencia notable es la limitación en la cantidad de combinaciones que pueden realizar entre las unidades. Sin embargo, esto no sería un obstáculo para considerar que se trata de un lenguaje, pues hay sociedades humanas que utilizan un pequeño número de emisiones lingüísticas para su vida comunicativa diaria. 



Bibliografía.

  • http://www.uv.es/veyrat/LinguisticayGenetica.pdf

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